
Hoy, día de examen práctico de fisio, en vistas de que la gente no se quedaba a estudiar y que unas tentadoras costillas se horneaban en mi casa, no me he quedado en la biblioteca ¡error! Yo estudiaba bien en casa, yo me concentraba. A mí solían respetarme mi espacio y mis horas de estudio, yo solía tener mucha paciencia. Yo solía… Pero hoy, hemos tocado fondo después de un fin de semana innarrable.
He llegado a casa con ElAmigo de invitado especial (ahora más aún que me ha dicho no sé qué de una raclette en su casa y que estoy invitada en junio a suculentos menús diarios). En casa no sabían que venía, pero eso no es problema nunca mientras mi abuela es la encargada del cazo y la sartén por las mañanas… una horda de Hunos quedaría satisfecha con la cantidad de comida que es capaz de preparar. Así que, nos hemos sentado a comer. He ido a coger el pan, y estaba tieso. “Abuela, ¿hoy no se ha comprado pan en casa?”, respuesta “Sí hija, hay una barra entera de pan tierno en la cocina, pero te he sacado este de ayer que parecía que estaba blandito. No se va a tirar..”
Grrr, ¡soy el cubo de la basura de mi casa! Todo tipo de mini-restos y comida de hace días me es encasquetada de una forma u otra. Se aprovechan de que no soy capaz de dejar que tiren la comida, por poca que sea, y como mis hermanas son así de finas y ellas no se lo comen (o sea por favorrr), pues, se lo endilgan a la tonta, vamos, a mí.
La solución ha sido sencilla… ir a por la enorme barra de la que a estas horas todavía quedan restos (que mañana me desayunaré en una tostada,mmm).
La tarde proseguía… he desentrañado mi calculadora. Seis tornillos que quito, pilas que cambio, seis tornillos que enrosco. Y como me sabe a poco, he desentrañado la otra calculadora que había en mi casa. Seis tornillos hacia la izquierda, pila, seis tornillos a la derecha… ¡y ya funcionaba de nuevo! ¡qué alegría ver que las cosas reviven!
Después de esta proeza, estaba yo de buen humor y mi estudio resultaba productivo. ¡¡¡Ding,dong!!! “Mierda, la puerta…a ver si sale LaIdeal, o sea, mi hermana, a brir” ¡Ding, dooong!!! “Será capulla que no sale a abrir..”
¡¡¡¡¡DIING DOONG!! “Esta es tonta…”
Y de repente los ping dongs decayeron, una brisa sustituyó el eco y minutos más tarde abrían unas llaves. Era la Peque, mi hermanilla de 11 años, que seguidamente pregunta: “¿por qué no me abríais? He tenido que bajar a casa de la abuela a que me dejase las llaves…” Pues mi pedorrilla, no te ha abierto nadie porque en esta casa el día que yo no me levanto ¡nadie mueve el culo! Hoy ha sido la prueba, he aguantado sin levantarme, resultado: La puerta no se abrió. Grrrrr
Respiro profundamente, sigo estudiando, las 8, llega mi padre. Me pilla de nuevo de buen humor, en momento de cambio de asignatura. Tengo un rato, le propongo una vuelta a la manzana, sé que le gusta que le haga un poco de caso. Salimos a la calle, andamos dos manzanas y se acuerda de que se tiene que comprar unas zapatillas de correr, ¡mi padre! ¿¡correr!? ¿unas zapatillas? Y sobre todo ¿tenía que comprárselas en el rato de mis 20 minutos de distensión? Entramos en la tienda, y se va a elegir las zapatillas de correr más horteras, pero profesionales y cómodas para “correr” (esas zapatillas dudo que vayan a ser empleadas de tal forma). Un cuarto de hora más tarde el señorito ya se ha probado cuatro pares y ya ha elegido. En ese momento el de la tienda le ofrece unos calcetines, y claro… se tiene que equipar por si “corre”, así que dice que le pongan unos de los blancos, que obviamente no tenían en esa tienda, pero sí en la que el mismo dueño tiene media manzana más abajo… (Mi estado de nerviosismo+enfado iba creciendo, decido salir de la tienda, me estresan las tiendas, me estresa esperar, y más aún cuando tengo cosas que hacer, ese era mi momento de descanso y los putos calcetines no llegaban). Mi cara de desesperación se hace notar, mi padre me echa en cara que para una vez que le hago caso que menuda cara de asco le pongo… Salimos de la tienda, le digo que yo ya tengo que volver a casa y él decide que nuestra vuelta a la manzana, después de 40 minutos, debe proseguir… se pone a andar calle abajo, yo tomo la dirección opuesta, llego a casa y 15 minutos más tarde llega él, sin hablarme por supuesto.
Conclusión: he querido sacar un rato para la familia, le doy la mano y me toma el brazo y encima es mi culpa que soy mala hija que no le hace caso cuando mañana tengo examen y el viernes también (pero eso seguramente ni lo sepa, porque no escucha).
Grado de enfado:alto.
Llego a casa, me voy a mi cuarto… la demografía me evade… vuelvo a estar de semi-buen humor (¡hasta qué extremos se llega!)
Hora de la cena: llega el postre. Voluntariamente parto la sandía y la pongo en un plato (hasta sin cáscara). Había tres porciones: dos rajas con forma de media luna gorditas y chorreantes y otra que se correspondía con el culo de la sandía. Yo elijo la última (no porque quiera, sino porque tras poner el plato en la mesa y en el tiempo en que yo me sentaba, mis hermanas ya se habían servido). ¿Adivináis qué trozo me han dejado?
GRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡VIVA LA BIBLIOTECA Y EL HORARIO DE EXÁMENES!!!!!!!!!!!!!!